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Mariela Insúa publica una edición de dos novelas de Fernández de Lizardi

Portada del libroEl volumen ofrece la edición de Noches tristes y día alegre (1818-1819) y Vida y hechos del famoso caballero don Catrín de la Fachenda (publicada post mortem en 1832), dos novelas cortas del mexicano José Joaquín Fernández de Lizardi (1776-1827), periodista, novelista, dramaturgo y poeta ocasional, modelo del nuevo hombre de letras que se había gestado durante la Ilustración y que vive la transición del México colonial al independiente.

En las dos obras señaladas el autor muestra registros muy distintos en el modo de novelar. La primera es una narración dialogada de tono romántico que tiene como referente último las Noches lúgubres de José Cadalso. La segunda posee una clara intención satírica y se enmarca en el molde picaresco-educativo que ya había utilizado el Pensador mexicano en su primera novela, El Periquillo Sarniento (1816), y en La Quijotita y su prima (1818-1819).

Esta edición se integra en la recién creada colección Clásicos Hispanoamericanos de la UNED, dirigida por Antonio Lorente Medina.

José Joaquín Fernández de Lizardi, Noches tristes y día alegre/Vida y hechos del famoso caballero don Catrín de la Fachenda, ed. Mariela Insúa, Madrid, UNED, 2012. ISBN: 978-84-362-6409-8

  1. 28 noviembre, 2012 a las 9:26 pm

    La palabra ‘catrín’ se hizo famosa en México como la equivalente del petit maÎtre criollo, prototipo de un XVIII afectado, puesto al descubierto con la Independencia. Preocupado en parecer “caballero”, ha quedado el catrín entre los figurones del Día de los Muertos, junto a su dama la esquelética “Calaca”, y en las barajas con que juegan los niños. Es el personaje de un pasado sepultado pero que sobrevive, de una generación a otra, porque sintetiza en sí mismo un orden colonial estable e ilustrado.

    Las Cortes de Cádiz (1812) atrajeron hacia España el pensamiento de los hispanoamericanos ilustrados como Lizardi, quien fundó El pensador mexicano, aprovechando esa libertad de prensa que dio aire al espíritu crítico y a la ampliación de la participación criolla en todos los sectores de la sociedad. Tras fracasar “the Cadiz Experiment” (como lo llama Mario Rodríguez), se dio a la labor de recoger los restos del legado de la España ilustrada para que éste no se perdiera al menos en las Américas, pues en la Madre Patria ya ascendía la reacción monárquica. Una vez deshecho el imperio hispano, Lizardi apreció el valor de la reforma borbónica de fines del XVIII y su capacidad de modernizar al pueblo y hasta a las mismas “fuerzas vivas” de la sociedad. Esto se explica en parte porque Lizardi había estudiado con los Jesuítas en el idilíco y luminoso Tepoztlán. De ellos probablemente proceda su afán de justicia, su crítica valiente, el que haya escogido el riesgoso papel de defensor de los esclavos, y del pueblo al estallar la Independencia, y lo haya hecho por encima de todo tipo de penuria y castigo. Si alguna contraparte tiene Lizardi en España, sería el ilustrado arzobispo de Charcas, Benito Moxó, “el filósofo de los Andes”, su coetáneo, un hombre tan desdichado y tenaz como “el Pensador Mexicano”, muerto joven también.
    Don Catrín de la Fachenda (1819) publicado póstumamente, ratificó la presencia de Lizardi como crítico de las costumbres de su país. Catrín es un niño mimado por sus “papás” (palabra cursi que aún usan en México hasta los abuelos). Metido a cadete, detenta cierto potencial de no terminar siendo un oficial fátuo y libertino o un pícaro jugador y ladronzuelo, pero su falta de carácter puede más. Bajo la mirada irónica de Lizardi: entre palizas y cárceles, cojo, mendigo, Catrín expone su filosofía vital, el “decálogo de Maquiavelo”, y muere irrendento. Se así convierte en un símbolo ominoso del futuro de México.
    “Los catrines … honran las sociedades con su presencia, alegran las mesas con sus dichos, divierten las tertulias con sus gracias, edifican a las niñas con su doctrina, enseñan a los idiotas con su erudición, hacen circular el dinero de los avaros con su viveza, aumentan la población en cuanto pueden….”
    Vemos ahora a México volver al redil del PRI con Peña; entendamos al Catrín y a su Muerte:
    SONETO
    Aquí yace el mejor de los Catrines,
    el noble y esforzado caballero,
    el que buscaba honores y dinero
    en los cafés, tabernas y festines.
    Jamás sus pensamientos fueron ruines,
    ni quiso trabajar ni ser portero;
    mas fue vago, ladrón y limosnero.
    ¡Bellos principios! ¡Excelentes fines!
    Esta vez nos la echó sin despedida,
    dejándonos dudosos de su suerte:
    él mismo se mató, fue su homicida.
    Con su mal proceder, Lector, advierte
    que el que como Catrín pasa la vida,
    también como Catrín tiene la muerte.

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